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En la  década de los años 70, una parte importante de los biotecnólogos de todo el mundo enfocaron sus investigaciones hacia la utilización y  aprovechamiento de los residuos agroindustriales para la producción de compuestos útiles como insumos de otros procesos industriales; los primeros años la prioridad se enfocó a  la generación de productos con valor agregado, años más tarde se sumó la prioridad de utilizar los residuos para reducir el impacto ambiental que ocasiona su disposición, y a partir del presente siglo la prioridad está enfocada a la producción de bioenergéticas y a la elaboración de nuevas formulaciones de alimentos para animales.

El problema al que se enfrentan los residuos agroindustriales es que no existe una clara conciencia ambiental para su manejo, además de que falta capacidad tecnológica y recursos económicos para darles un destino final, así como una legislación específica para promover la gestión de este tipo de residuos, que asegure un buen  manejo desde su generación hasta su disposición final.

Si analizamos los residuos que se producen en las diferentes agroindustrias, encontramos la industria del fique se utiliza el 2% de la biomasa producida, en la industria de la cerveza solamente el 8% de los nutrientes de grano y en la industria del aceite de palma y de la celulosa se utiliza menos del 9% y 30% respectivamente de la biomasa producida. 

Para el caso de la industria del café solamente se utiliza el 5% del peso del fruto fresco en la preparación de bebidas, el 90.5% queda en forma de residuos.

A lo largo de las últimas tres décadas, se han ido produciendo cambios muy importantes en la evolución del conocimiento aplicado al campo y la agroindustria. Un puente estratégico se fue construyendo entre productores y profesionales. La utopía del aporte de las ciencias agrarias al campo dejó de ser solo teoría aprendida en las universidades, para transformarse en una realidad de valor cuantificable. El Protocolo de Kyoto y la Convención de Estocolmo le exigen al hombre nuevas condiciones de desarrollo del medio ambiente bajo una concepción de desarrollo sostenible.

Estas disposiciones requieren además de un marco legal, profesionales preparados para ejercer un liderazgo en el manejo de los recursos naturales, servicios ambientales y su explotación racional en todas sus formas, que permitan a la región ejercer un papel preponderante en las estrategias de desarrollo del orden económico verde mundial.