Nota de Prensa No 79 de marzo de 2023

Gustavo Adolfo Acevedo desde hace 13 años es docente de la Universidad de Pamplona y su discapacidad motora no ha impedido crear su mejor versión.

Nació en el municipio de Villa Caro, Norte de Santander, en un hogar humilde conformado por siete hermanos. Recuerda que a la edad de 6 años su familia pasó por un suceso que impactó su vida “tuve un accidente que me produjo una fractura de cráneo, una situación muy delicada”, comenta mientras advierte que esto no fue la causa de su actual condición especial.

Gracias a su gran habilidad para los números decidió estudiar Ingeniería Electrónica, pero desafortunadamente tuvo que suspender su carrera por un suceso muy triste y lamentable.

Recrudecimiento del conflicto

El comienzo del nuevo milenio no parecía traer paz al país, sino al contrario, la guerra se agudizaba y muchos colombianos fueron víctimas de los ataques que con frecuencia se presentaban en diferentes regiones. En agosto del 2001 en Gramalote, Norte de Santander, las guerrillas del ELN explotaron un carrobomba que dejó como consecuencia 2 fallecidos y 4 heridos, entre ellos se encontraba Gustavo Adolfo, quien fue gravemente afectado por las consecuencias del odio. Tomado de: (El Tiempo, 2001).

“Soy muy creyente y hoy la única explicación que le encuentro al por qué sobreviví fue porque me aferré a la vida y le pedí a Dios que me ayudara a salir de esta situación tan dura y dolorosa en la parte física y emocional”, recuerda con mucha nostalgia.

Ese atentado lo dejó en situación de discapacidad motora, quien durante un año estuvo postrado en una cama sin poderse mover y a pesar de que los médicos determinaban que no iba a sobrevivir por su grave estado de salud, pudo levantarse y empezar la rehabilitación durante tres años.

“Recuerdo un día que una tía a la cual quiero mucho me comentó que mientras yo estaba en el hospital el médico informó a mi familia que agilizaran la gestión para mis exequias, porque yo en ese momento no valía nada”, confiesa mientras agrega: “con el tiempo y ya casi a punto de salir, mi tía le preguntó al mismo cirujano que si yo todavía no valía nada y él contestó que yo no tenía precio, que le había dado una lección”.

Una experiencia que sin duda le marcó su vida, que le dejaron muchas cicatrices, pero con el tiempo fue sanando gracias a su tenacidad, la unión de su familia y la misericordia de Dios pudo volver a ver la luz en medio de tanta oscuridad.

No todo está perdido

Luego de cuatro años y haber superado varias adversidades decidió continuar con sus estudios, pues nunca olvidó lo que un día quiso ser: ingeniero electrónico. “Me costó mucho, pero lo logré, son demasiadas las cosas que tendría para contar de todo lo que tuve que padecer”, afirma.

Aunque se moviliza en sillas de ruedas puede dar testimonio que los objetivos se logran siempre y cuando creamos en nosotros mismos.

“Pienso que la mente puede curar no solo las heridas del alma sino también las heridas físicas, a mí me dio resultado”, aconseja a todos los que estén pasando por alguna dificultad.

Tiene gran vocación por enseñar y desde el 2013 empezó a trabajar en la Universidad de Pamplona como docente. Luego decide fortalecer sus conocimientos y estudia una maestría en Matemáticas.

Alberga en su memoria una anécdota sobre sus inicios como profesor: “preparé mi primera clase por tres días, era una clase de dos horas y la terminé en media hora, me quedé sin nada que decir a mis estudiantes”, recuerda entre risas, quien también destaca lo difícil que puede resultar ser docente y que en muchas ocasiones pensó que no podría con esa responsabilidad.

Actualmente orienta casi todos los cálculos para las ingenierías y destaca que la Unipamplona ha mejorado mucho su infraestructura convirtiéndola más equitativa en cuanto a su movilidad. Además, la Universidad cuenta con servicio de transporte del cual Gustavo se beneficia a diario, pues el sistema de los buses está diseñado para acceder sin dificultad.

“Hoy me puedo desplazar sin ningún impedimento por la Universidad, ya que todas las clases me las ubican en los primeros pisos y las rampas que no existían, ahora están, de tantas cosas que tengo para agradecer una de esas son los buses en los cuales me movilizo, me dejan casi en la puerta de mi casa, es un excelente servicio”, destacó Gustavo.

Nuestra Institución ha visto en él cualidades que contribuyen a la transformación social mediante su desempeño como persona y profesional, por eso desde hace más de 10 años sigue siendo parte de esta gran familia.

“Me siento muy orgulloso de ser docente de la Unipamplona, mi vida ha cambiado mucho, mi situación económica, profesional, familiar, social, todo ha cambiado para bien, estoy muy agradecido ya que me dio la oportunidad de laborar, no es tarea fácil para una persona en condición de discapacidad poder acceder a un trabajo, pero la Universidad me abrió las puertas y por eso trato de dar siempre lo mejor de mí”, manifiesta entre sonrisas.  

Según la calificación otorgada por la junta de invalidez, Gustavo tiene el 70% de perdida laboral, sin embargo, eso no ha sido impedimento para ejercer “el cargo más bonito de todos”, como lo califica él, pues prepara a los profesionales del futuro.

La Universidad de Pamplona ha permitido demostrarle al mundo que Gustavo es una persona funcional tanto así que ha realizado algunas investigaciones como la publicación de un libro, artículos y ahora está en proceso la patente de un dispositivo electrónico.

Su gran anhelo aparte de iniciar con el doctorado y ser docente de planta es inspirar a sus dos hijos: Karol y Dylan a que sean profesionales y personas útiles a la sociedad.

Gustavo transmite un testimonio de vida, de que las metas se pueden lograr a pesar de las dificultades sin importar el tiempo que esto pueda llevar, pues en un futuro serán una historia inspiradora que todos deseen contar.

“Quiero que sean felices, que disfruten la vida, compartan con sus familiares y amigos, y cada vez que puedan ayuden a los demás”, reflexiona sobre la situación actual, pues el mundo necesita más personas compasivas, amorosas y justas.

Referencia
ELN: 16 días de terror (2001, 25 agosto). El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-469538

Gladis Gélves Suárez
Directora oficina de Comunicación y Prensa

Apoyo periodístico: C.s. Carla Ávila Dávila